miércoles, 14 de enero de 2009

El British, la más perdurable joya del 'Annus Mirabilis', cumple hoy 250 años



















En España, sin duda se considera a 1492 el año más importante de nuestra historia como nación; no en balde fue el de la toma de Granada, de la reunificación territorial de los reinos hispánicos y del descubrimiento de América, hechos de gran trascendencia dentro de nuestra génesis como Estado moderno. En Inglaterra, lógicamente, la fecha varía, y así, desde 1066, año de la invasión normanda que sentaría en el trono de la pérfida Albión a Guillermo el Conquistador para espanto de la población anglosajona y britanorromana que habitaba entonces en el reino, no existe un año más decisivo e importante que 1759, el conocido popularmente como 'Annus Mirabilis' (el año de los milagros).
Este es un dogma cierto, por otra parte, que, a día de hoy, continúan aprendiendo los niños ingleses en sus escuelas y colegios (mientras en los nuestros la trascendencia de lo acontecido en 1492 se difumina y empequeñece, por mor del nacionalismo imperante y la contrastada inutilidad conscientemente interesada de ciertos políticos detestables) donde se glorifica como se merece la increíbe sucesión de acontecimientos históricos que propició que, a partir de tan emblemática fecha, Gran Bretaña fuera durante casi dos siglos "el amo del mundo", en atinada expresión del historiador Frank McLynn.
Pocos ingleses dudan hoy de que, aunque haya otras citas decisivas en su pasado, ninguna es comparable a lo sucedido hace ahora 250 años. Ni el fracaso de la Grande y Felicísima Armada ante los blancos acantilados de Dover en 1588, ni la trascendental victoria de Marlborough (el popular Mambrú) en Blenheim frente a las tropas de Luis XIV en 1704 durante la Guerra de Sucesión Española, ni el resonante triunfo logrado por Nelson en 1805 ante la flota franco-española en Trafalgar o la debacle final de Napoleón a manos de Wellington en Waterloo diez años después. Ni siquiera la heroica actuación de los pilotos de caza británicos (y los procedentes de sus países aliados) durante el verano de 1940 en lo que se conoce popularmente como la Batalla de Inglaterra.
1759. Ese es el año por antonomasia, y todos los británicos, aun apenas levemente alfabetizados y leídos, lo tienen meridianamente claro. Fueron 365 días repletos de resonantes triunfos, de inesperadas victorias, de insólitos logros en lo militar y lo político, en lo cultural y lo social, cuyos efectos aún hoy perduran. Por aquel entonces, las principales potencias europeas, salvo una dubitativa España, estaban enzarzadas desde 1754 en lo que se considera el primer conflicto mundial de la historia, la Guerra de los Siete Años (que, a pesar de su nombre, se prolongó por espacio de dos años más...), al que se sumaría nuestro país, con muy poca vista y nefastas consecuencias para nuestro imperio colonial, en 1761.
1758 había sido un año de luces y sombras para Gran Bretaña y sus aliados germanos, entre los que destacaba con luz propia la Prusia de Federico el Grande, posiblemente el mayor genio militar (o, al menos, el más afortunado) de todos los tiempos. A partir de enero de 1759, la suerte de las armas inglesas cambió irreversiblemente y los triunfos no cesaron de producirse en cascada. Entre esos éxitos definitivos para la suerte de la guerra, cabe citar el hundimiento de las dos flotas, en Lagos y Quiberon Bay, con las que Francia amenazaba con invadir Inglaterra; la captura de Quebec, capital de Nueva Francia; la toma por los ingleses en el Caribe de la isla francesa de Guadalupe, entonces el lugar donde se generaba más riqueza por metro cuadrado en todo el planeta gracias a una colosal producción de azúcar (el petróleo de la época) que alcanzaba las 425.000 libras esterlinas anuales; o la ampliación del dominio británico sobre las posesiones francesas en la India.
Sin embargo, otro hecho, acontecido tal día como hoy hace justo 250 años, pasó mucho más desapercibido, pero cuyas consecuencias seguimos difrutando hoy, gracias sean dadas al Altísimo, y de qué manera. El 15 de enero de 1759 abrió sus puertas al público el Museo Británico, ese universalmente conocido British Museum que, desde que tuve la suerte de visitarlo con apenas 12 años, constituye, sin lugar a dudas, mi lugar favorito en el mundo, mi cámara de las maravillas, lo más próximo que puede haber en la tierra al Paraíso.
Creado entonces como el espacio en el que albergar importantísimas colecciones literarias, artísticas y arqueológicas donadas a la Corona por particulares, y como depositario de cuantas maravillas se obtenían para la metrópoli en las cada vez más venturosas aventuras coloniales, el British ha pasado de los 5.000 privilegiados visitantes de su primer año de actividad, a los varios millones que actualmente recorren sus pasillos, descubriendo y difrutando, a un tiempo, de las irrepetibles maravillas legadas a la posteridad por las grandes culturas del pasado. No me explayaré en lo relativo a este centro inigualable que resume de manera tan cautivadora algunos de los períodos más fascinantes de la historia de la Humanidad. Para eso está la página web oficial del museo y otras cientos más dedicadas al tema, cuya consulta merece muy mucho la pena.
Sí quiero hacer constar otro de los hechos acaecido en 1759 y que para el inimitable Frank McLynn también justifica la adopción del calificativo de 'Mirabilis' para tan fructífero 'Annus': la inauguración en el mes de diciembre, en la calle St James de la muy irlandesa Dublín, de la primera fábrica de cerveza propiedad de un tal Arthur Guinness. Un cuarto de milenio después, tanto el British como los sucesores de tan iluminado empresario continúan oficiando, a su manera, prodigiosos milagros....
Este post está dedicado, como no podía ser menos, a esa fiel seguidora y amiga que es Wunderkammer... quien, a buen seguro, habrá experimentado las más intensas sensaciones en esa perenne joya de incalculabe valor que es el British...

9 comentarios:

Wunderkammer dijo...

Of course, mi querido Sushi, toda una maravilla que he tenido la ocasión de visitar solamente dos veces y no con el tiempo suficiente que tal ilustre lugar merecía.

Espléndida entrada y el mejor de los homenajes a ese templo de las musas ideado por Sir Robert Smirke en el XIX y transformado recientemente por Foster. Uno de los museos que en el siglo XVIII nace por causa comercial y no por motivos ilustrados (como muchos centroeuropeos) o revolucionarios (como el Louvre). Se creó a partir de la compra de la colección Sloane por parte del Parlamento Británico tras los fondos obtenidos por lotería y su emplazamiento original fue la Montagu House.

El que tuviera la primigenia Biblioteca Nacional allí hacía que el British fuera como una auténtica rememoración del mítico Mouseion de Alejandría, una veradera universitas donde se compilaba el saber... y bueno, que me entusiasmo...

Muchas gracias por dedicarme tan magnífica entrada y acordarte de mí. Y un fuerte abrazo de tu fiel seguidora.

(que por cierto, dijimos que seguro que nos encontrábamos por Murcia y lo cierto es que no hemos coincidido... que al final esto no es tan pequeño como pudiera imaginarse. Bss)

Agustín Alcaraz Peragón dijo...

¿Y que hago yo en Murcia en una efeméride así? ¿Y si nos vamos mañana a Londres y lo celebramos con una visita (que en mi caso también sería la tercera)?

Voy a pensármelo. Gracias por compartir tu sapiencia con los mortales, pensador.

sushi de anguila dijo...

Gracias a ti, Wunderk, pero creo que era de justicia dedicarte tan fenomenal efeméride... Una pena que la escasez de espacio obligara a la separación en su propio edificio de la British Library, integrada antes en el museo, y que permitía admirar incunables y obras tan insólitas como uno de los primeros ejemplares de 'Alicia en el País de las Maravillas', y fantásticas exposiciones....

Como figura en mi escudo nobiliario, Murcia it's so small, pero no hay manera de coincidir últimamente...

Venti... ¿qué te voy a decir que tú no sepas? Que si pudiera, me tiraría allí tres días consecutivos tan ricamente... en mi décima visita o así, en las que siempre vi cosas nuevas y fascinantes...

Mary the Kiwi dijo...

Pues yo celebraré la onomástica del British la semana que viene por ti. En septiembre pude recorrerlo-por fin-a mi antojo, aunque he entrado varias veces más...y siempre se me pone una sonrisa en la boca cuando veo la plaza cubierta con tanta luz que ni los días nublados londinenses pueden apagar...y esas joyas arquitectónicas...

v.vicens dijo...

Hola Sushi.
He creado un nuevo blog cuya temática es el arte urbano, es una labor puramente documental.
Te paso el enlace y espero que te guste.
Un fuerte abrazo.
http://elarteestaenlacalle.blogspot.com/

sushi de anguila dijo...

Mary...qué envidia (sana, sanísima), hija mía, que viajas más a Londres que una beata a Lourdes.... y encima te permites el lujazo de entrar en esa casa del saber y pensión de tantas y tantas maravillas como es el British... saluda al tesoro de Sutton Hoo de mi parte...

http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Sutton_Hoo_Burial_Chamber_Replica.jpg

Vicente, enhorabuena por tu estupendo blog que ya he incorporado a mis favoritos. Un abrazo y suerte en esta nueva aventura tan original y colorista...

Mary the Kiwi dijo...

Ay ay!!! la verdad es que ultimamente voy más a Londres que a ningún otro sitio...lo estoy buscando, el día que menos le esperéis me quedo a vivir allí!!!

sushi de anguila dijo...

Lo malo que tendrá eso, super Kee-wee Girl es que te veremos menos que Carpanta a un jamón ibérico de bellota...snif, snif!!!

Lo buenísimo es que tendremos una megaanfitriona londinense...con la que seguro q será un placer descubrir las más recónditas sorpresas de la City... Besitos, mi murcianishnewzealander favorita...

Mary the Kiwi dijo...

Eso por descontado. Si me mudo, espero visitas!!!!!!