jueves, 31 de marzo de 2011

Cuando la 'memoria' nos juega malas pasadas...




















Estupefacto, cercano al anonadamiento, flipado... Así me dejó el quinto capítulo de 'Downton Abbey', una de mis producciones televisivas favoritas desde que descubrí siendo un mocoso que de esa fea caja color caca con pinta de armatoste sobre ruedas, llena de bombillacas y con más antenas que una langosta, brotaban las mismas maravillas que en el cine, aunque a un tamaño menor y en un grisáceo blanco y negro... La excepcional serie, magistralmente escrita para la pequeña pantalla por el reputado guionista, realizador ('Laberinto de mentiras') y ex actor de no excesivo éxito tiempos atrás, Julian Fellowes, que recrea la vida de una Manor House solariega en la que conviven la familia de Lord y Lady Gratham, los simpáticos, elegantes y bieneducados Crowley, con un servicio capitaneado por su meticuloso mayordomo, el señor Carson y en el que hay desde ingenuos ángeles hasta perfidos demonios. Preciosa serie, un diez en ambientación, rigor histórico (pese a las críticas de ciertos historiadores de izquierdas que denuncian el intento, según ellos, de dignificar los abusos de la aristocracia sobre unas clases desfavorecidas condenadas a la sumisión, la ignorancia y la dependencia de sus señores), interés de la trama, realización y diálogos...


Por eso, y más viniendo de alguien tan brillante y experimentado como Fellowes, me chocó comprobar cómo uno de los momentos clave de la trama del episodio, el concurso floral en el que la condesa viuda de Grantham decide, tras sugerencia de la señora Crowley, ceder intencionadamente el triunfo que tenía (como siempre, año tras año) garantizado, en favor del humilde Mr. Molesley, quien, para muchos, cultiva, sin discusión alguna, las mejores rosas del pueblo está aparentemente fusilado, copiado o plagiado del no menos afamado y legendario concurso floral celebrado en 'La señora Miniver' http://www.youtube.com/watch?v=J8NInYPgofI&feature=related, en que la tan cascarrabias como entrañable Lady Beldon (un clon del personaje interpretado por una maravillosa Maggie Smith en 'Downton Abbey') encarnada por mi adorada Dame May Whitty , 'perdía' de igual manera su tradicional trofeo ante la preciosa rosa 'Señora Miniver' del bueno de Mr. Ballard, el bondadoso jefe de estación (interpretado por un no menos adorable Henry Travers, el inolvidable ángel Clarence de '¡Qué bello es vivir!'). En este caso, también había influido en el ánimo de la aristócrata la buena de Kay Miniver con sus 'sugerencias'.


ESTÁ CLARO QUE LAS COINCIDENCIAS VAN MUCHO MÁS ALLÁ DE LA MERA CASUALIDAD... Y, como pude comprobar después, no eran neuras mías, ya que en el propio Reino Unido la emisión de este quinto episodio generó ipso facto la misma polémica, como vemos en estos dos enlaces... tremendo...


http://www.guardian.co.uk/film/filmblog/2010/nov/10/mrs-miniver-downton-abbey-julian-fellowes


Inmediatamente, Fellowes, el personaje cuyo retrato abre el post, nacido en El Cairo en el seno de una ilustre familia católica de clase media alta (su padre era diplomático) cuyos aristocráticos ancestros incluyen al contraalmirante Sir Thomas Fellowes, compañero de armas de Nelson, lo atribuyó todo a una mera casualidad, y a que era más que probable que se viera influido por escenas similares vistas antes en otras obras pero que el niega haber plagiado deliberadamente.


"¿Quién puede decir lo que está almacenado en el cerebro de cada uno? No soy consciente de haber plagiado, pero eso no quiere decir que los telespectadores estén equivocados", arguyó en su defensa.


Pero, por si un posible ejemplo de plagio pareciera ya bastante grave, a Fellowes se le acusa de otro en el mismo episodio, siendo el segundo también muy emblemático para los millones de seguidores de las 'Mujercitas' de Louise May Alcott. Y es que el episodio de la sal en el pudding, está directamente 'inspirado' en otro casi idéntico del capítulo 11 de la novela que relata plas peripecias de las hermanas March, como certeramente establece el artículo de The Independent del que he puesto el enlace.


La paranoia subsiguiente que se montó por parte de los numerosos detractores de Fellowes (su público compromiso en favor del Partido Conservador, del que es un destacado miembro, con asiento desde el pasado enero en la Cámara de los Lores gracias a su título de barón Fellowes del Oeste de Stafford, le ha granjeado muchos ataques de sectores culturales próximos al laborismo) llegó hasta extremos que rozaban lo ridículo, como cuando fue acusado por algunos internautas de que 'Downton Abbey' era una mera copia de 'Godsford Park', el excelente film de Robert Altman ambientado en una casa solariega de la Inglaterra de 1932, con sus misterios y mil peripecias entre señores y sirvientes, sin caer en la cuenta de que.... el guionista de este peliculón era... JULIAN FELLOWES!!!.. quien, por cierto, ganó el oscar al Mejor Guión Original...


Tampoco es de extrañar que domine como nadie los temas refrentes a la aristocracia, él, que ostenta el Mayorazgo (ya sabemos por la serie que es una propiedad indivisible según las leyes que datan de 1290) de Tattershall, aunque reside en una espléndida Manor House de Dorset con su mujer, una sobrina biznieta de Lord Kitchener, el general que liberó Jartum y el Sudán de los fanáticos integristas del Mahdi (hechos que inspiraron el espléndido peliculón de aventuras coloniales victorianas y tiros, by the way, de Olivier y Heston http://static.guim.co.uk/sys-images/Film/Pix/pictures/2009/11/11/1257953278129/Charlton-Heston-Laurence--001.jpg, aunque, siglo y cuarto después se ha comprobado que tanta sangre derramada sólo sirvió para ganar tiempo, porque en esas tierras ya reina ahora y reinará siempre la sharia. Para los que no le pongan rostro a Lord Kitchener, es ese señor con bigotacos que llamaba a filas a los británicos http://scribbledigit.files.wordpress.com/2010/11/british_kitchener_5923.jpg durante la Primera Guerra Mundial, en una de las campañas publicitarias más exitosas que se recuerda y muy copiada (el post va de plagios) desde entonces.


Pero si lo de 'Mujercitas' puede encajar más con ciertos lugares comunes literarios, lo que no cuela es la escena del conscurso floral...es increíble que un tipo como Fellowes desconozca uno de los episodios más famosos y entrañables del cine clásico, como el que se relata en 'La señora Miniver', filme, por otra parte, conocidísimo por el público inglés por ser el primero realizado en Hollywood para apoyar al pueblo británico en su entonces desesperada lucha en solitario contra Hitler (y más siendo una producción de Metro-Goldwyn-Mayer, estudios controlados entonces por el judio bielorruso Eliezer Meier, al que todos conocemos por su legendario nombre tras ser nacionalizado estadounidense, Louis B. Mayer). Cuando se estrenó, el 4 de junio de 1942, Estados Unidos rebosaba ardor patriótico por su reciente entrada en la Segunda Guerra Mundial, y la verdad es que la MGM no pudo elegir mejor fecha, pues coincidó con la Batalla de Midway http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Midway, el enfrentamiento clave en la guerra en el Pacífico, que privó al Imperio Japonés de la iniciativa ganada en su resonante triunfo de Pearl Harbor y la puso en manos de los estadounidenses, que la conservarían ya hasta el final.


No es de extrañar que la más taquillera de todo 1942 en los cines de Norteamérica fuera la película sobre los Miniver, una familia modelo de clase medio alta, liderada por una abnegada y valiente esposa como sostén de su admirable y cariñoso marido, un arquitecto que contribuye como voluntario civil con su pequeña lancha a motor de madera a la legendaria Operación Dinamo http://es.wikipedia.org/wiki/Operaci%C3%B3n_Dinamo, la masiva evacuación de Dunqerque del ejército británico atrapado en sus arenosas e indefensas playas, expuesto a los ataques por tierra, mar y aire de los alemanes.


A lo largo del filme, vemos cómo los Miniver y sus tres hijos afrontan todo tipo de penalidades, incluido los estragos causados por la Batalla de Inglaterra y por el 'Blitz', la ofensiva de bombardeo nocturno lanzada contra el Reino Unido por los alemanes desde sus bases en Francia, Holanda, Bélgica y Noruega. El hijo mayor de los Miniver, Vin, ennoviado con la adorable nieta de Lady Beldon, se alista como piloto de la RAF, y en todo momento, según discurre la acción, se tiene la sensación de que alguien de la familia puede morir, lo que sucede finalmente de una manera inesperada.


Como era de preveer, la magistral obra de William Wyler fue premiada con 6 oscars, incluidos los de Mejor Película y Director, asi como Actriz Principal (Geer Garson), Actriz de Reparto (Teresa Wright), fotografía y guión, acumulando otras seis nominaciones, entre ellas, las muy merecidas para Walter Pidgeon, Henry Travers o Dame May Whitty. Lo curioso es que, pese a estar plagada de actorazos de origen inglés, la mayoría de personajes hablaban con el acentazo canadiense de la Columbia Británica de Pidgeon, por imposición de los productores, ya que creían que el público estadounidense en general podría perder el interés en la película y la causa que defendía si los personajes hablaban con un verdadero acento inglés que a la gran mayoría de los estadounidenses les resultaba ajeno y engolado, mientras que otros muchos identificaban el característico acento de sus vecinos canadienses con lo que ellos creían que era la supuesta manera de hablar de los londinenses.


Por tanto, ni tiene una excusa plausible Fellowes en sus explicaciones, ya que un guionista -y patriota británico de su talla- debería conocer las peripecias de la señora Miniver y familia, o si no alguno de sus colaboradores, que, de ser así, deberían de haber tenido la valentía o perspicacia de avisar a su jefe, y hacerle ver que esa escena tan emotiva ya estaba inmortalizada previamente. Y más, teniendo en cuenta que el éxito del film de William Wyler propició el rodaje de una segunda parte, a cargo de H.C. Potter, 'La historia de los Miniver', en la que se nos cuentan las dificultades de la popular saga familiar para salir adelante en la muy machacada Inglaterra de la posguerra, o que Geer Garson tiene el récord de estar más de una hora hablando para agradecer el oscar a la Mejor Actriz, claro que antes la Academia concedía los premios durante una cena, con todos los presentes bien sentaditos en sus mesas, ien comidos y mejor servidos, lo que hacía más llevadero, sin duda, tan tremendas demostraciones de oratoria...


Una vez referido el sorprendente sucedido con tintes plagiarios, he de decir que si bien 'La señora Miniver' es la película por antonomasia, entre las muchas que se rodaron en Inglaterra durante el conflicto, que ejemplifica la resistencia del pueblo británico contra los bombardeos alemanes, mi ojo derecho en este subgénero bélico en el que podríamos citar facilmente una docena de títulos es la preciosa y entrañable 'Esperanza y Gloria' http://www.youtube.com/watch?v=vo-cia5lTps del londinense John Boorman. Una recreación semibiográfica de cómo el realizador vivió la guerra en su niñez, cómo afrontó su familia la contienda, las mil anécdotas acontecidas a lo largo de esos años en que el joven protagonista Billy Rowan (un soberbio Sebastian Rice-Edwards en su única experiencia cinematográfica, una pena no haber aprovechado más el filón del crío este), un niño de nueve años de una familia londinense de clase media acomodada, lo mismo se lo pasa en grande disfrutando de la visión de los combates aéreos, que corre agobiado al refugio entre las estridentes sirenas de alarma, pasa hambre con el racionamiento, defiende a su hermanita pequeña y alucina con las primeras experiencias amatorias de la mayor con los soldados llegados de ultramar para tomar el puesto de los hombres en el frente o disfruta como nunca jugando a la guerra de pandillas entre las ruinas de las casas vecinas. Por no hablar de la alegría del día en que las bombas alemanas revientan el colegio (el sueño de todo niño en época de exámenes) , y el más gamberrete de la clase levanta los brazos al cielo en señal de agradecimiento y pronuncia esa frase, ya legendaria en la historia del cine británico: "Thank You, Adolf!"... Todo contado con un tinte nostálgico rebosante de humor y amor a la familia, fantásticamente iluminado con la espléndida fotografía de Philippe Rousselot, con un reparto magnífico en el que se salen Sarah Miles en el papel de la maravillosa madre cómplice de ese pedazo de hijo inteligente y cariñoso que tiene, o del siempre recordado Ian Bannen, quien aparca sus papeles de hombre duro para encarnar magistralmente al abuelo socarrón y cascarrabias, pero devoto de su admirable nieto, con el que la familia se instala a vivir en el campo tras perder su casa en uno de los bombardeos, y que tanto nos recuerda al memorable anciano de 'En el estanque dorado' con el que Henry Fonda ganó su primer y único oscar.


Lógicamente, el peliculón de Boorman, cuyo título hace refrencia a la conocidísima letra ('Land of Hope and Glory' http://www.youtube.com/watch?v=bhzqkzw_zg8&feature=related ) de la no menos popular Marcha Nº 1 de 'Pompa y Circunstancia' de Sir Edward Elgar, himno oficioso del Reino Unido durante las penurias de la Segunda Guerra Mundial, fue nominada a los oscar a Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión, Dirección Artística y... como era de esperar... Fotografía, ...aunque finalmente no lograra ninguno frente a 'El último emperador', otra grandiosa película de tintes históricos que arrasó ese 1988 con los principales premios...


'Downton Abbey', 'La señora Miniver' y 'Esperanza y Gloria'... tres memorables epítomes de lo genuinamente británico y de cómo, partiendo de la propia Historia, conseguir fascinar a los espectadores de medio mundo...

martes, 22 de marzo de 2011

La buena comida por bandera...





























































































































No corren buenos tiempos para la comunidad de naciones. Medio mundo está en guerra contra un tiranuelo de opereta y turbantito sudao sentado en medio del desierto sobre un rollizo barril de petróleo, mientras que los habitantes del resto del planeta intentan salir adelante entre tanta dictadura, crisis, injusticia, abuso comercial, expolio, genocidio, usura, desastre ecológico, plaga bíblica, hambruna, pandemia, miseria, mortandad infantil, enfermedad crónica o catástrofe natural (joé, parezco Pedro Piqueras) que, como reza la maldición china, les garantizan el 'disfrutar' todos los días de "una vida interesante".
Pocas cosas parecen merecer la pena en tan sombrío y desesperanzador panorama... la Humanidad nos muestra su cara más tétrica mientras quien más y quien menos intenta salir adelante sin preocuparse más de lo razonable de lo que, aquí y allá, pueda sucederle a sus hermanos de especie. Sin embargo, estos días me he repetido insistentemente el viejo refrán al que siempre alude en sus programas televisivos el simpático y conocido cocinero navarro Iñaki Oyarbide: "el buen alimento crea y cría entendimiento".
Y es que, sobre todo aquellos que tenemos nuestras necesidades nutricionales resueltas en calidad y cantidad, solemos olvidar el tremendo valor geográfico, cultural, religioso e histórico que representa cualquier alimento, por humilde, abundante o escaso que éste sea... Cada vez que nos llevamos algo a la boca nos estamos ventilando el fruto de un proceso que ha durado, tal vez, décadas, o, más probablemente, siglos e incluso milenios...
Por eso, y aunque este asunto ha sido carne de muchos blogs desde que saltara a la luz en 2009, creo que pocas veces más que en estos días está justificado apelar a lo único que, a día de hoy, une en forma y manera de vínculo indestructible a todos los seres humanos que, en número creciente, poblamos este todavía hermoso y fascinante planeta azul, por encima de las fronteras, las banderas o las ideologías: LA COMIDA.
Todo nació como una eficaz estrategia promocional del australiano Sydney International Food Festival (coloquialmente, el SIFF, que también se emplean siglas a tutiplén por las Antípodas, no sólo por estos lares), a cargo de la empresa local de publicidad Whybin\TBWA, y contó con el talento de su director creativo ejecutivo Garry Horner, el director creativo Matt Kemsley, el director artístico Miles Jeffreys, así como con Tammy Keegan y con Nick Mueller, que contribuyó a retocar las magníficas fotos de Natalie Boog.
La genial idea que consagraría estos nombres para la posteridad estuvo muy inspirada por uno de los trabajos publicitarios más originales y talentosos de la última década, la campaña 'Meet the World' (Conoce el mundo) PINCHAD EL ENLACE!!! http://adland.tv/ooh/flags-meet-world publicada en la revista lisboeta Grande Reportagem, que fue premiada en 2005 en el prestigioso Festival de Cannes de la especialidad y por los no menos renombrados galardones que concede el One Club, y que era obra de Icaro Doria, un joven brasileño de 25 años que trabajaba para la agencia FCB Publicidade, habitual colaboradora de la publicación portuguesa. El creativo, originario de Sao Paulo, planteaba una colorista e innovadora visión de las banderas de cada país, que las asemejaba un poco a las ventanas del sistema operativo informático Windows y otro tanto a las etiquetas de ropa en las que se informan de las cualidades de cada pieza; en el caso de la revista Grande Reportagem, podían verse algunos rasgos muy significativos de cada país, sin referirse al nombre del mismo, sino identificado sólo por su enseña nacional, y en donde la importancia de cada característica a la que se hacía referencia en las ventanitas se correspondía con el tamaño del respectivo color en cada bandera. De este modo, junto a ejemplos más convencionales, como el caso de la Unión Europea, había otros tremendamente sangrantes, como el de la ablación en Somalia, China y la explotación laboral infantil, Estados Unidos y el apoyo a la Guerra de Iraq, Burkina Faso y su terrible mortalidad infantil, el tráfico de cocaína en Colombia o los altos índices de pobreza de su propio país, que no le dolían prendas en ese sentido... Para su realización, Doria contó con la ayuda de tres excelentes colaboradores: Joso Roque, Luis Silva Dias y Andrea Vallenti.
Una vez que la gente del SIFF tuvo claro que su campaña, como la del audaz brasileño, giraría en torno a las banderas de los países participantes en la Feria de alimentación de Nueva Gales del Sur, estuvo madurando la idea hasta dar con el concepto. Y la idea, a fuer de sencilla, también resultó de lo más llamativa, sorprendente... y apetitosa. Se recrearían las banderas de doce de los estados allí presentes, realizadas no en tela sino en el mejor material posible: alimentos típicos de la gastronomía de cada uno de esos países (las doce primeras fotos que abren el post). En la buena mano para la cocina de Trish Heagerty recayó la deliciosa tarea, que es ya todo un icono entre las muchas ferias y certámenes de alimentación que se celebran por medio mundo.
Como no podía ser menos, os las pongo empezando por la de Japón, en homenaje a los difíciles momentos que están afrontando (un nigiri de atún king-size, para chuparse los dedos); a continuación, nuestra España querida, a base de paella y chorizo; Suiza con su queso emmental y un sugerente jamón curado en lonchas; Corea del Sur, con gimpab/kimpab, unos rollitos de arroz y alga (gim/kim, idéntica a la nori) rellenos, derivados del maki sushi y acompañados de salsas de soja y agridulce, como muestra del gran eclecticismo de su cocina; la del Líbano, con su característico pan lavash y ensalada fatoush acompañados de una humilde ramita de perejil a modo del legendario cedro que representa al país; Grecia, con queso feta y las sabrosas aceitunas kalamata de agreste y penetrante sabor; la India, a base de arroz basmati, dos curries diferentes y un fino y crujiente pan pappadum al centro; Italia, con su característica albahaca, tomates 'cherry' y spaghetti; Francia, con sus renombrados quesos roquefort y camembert, y su famosa uva de la variedad pinot tan apreciada por los amantes al buen vino; Australia y su popular pastel de carne (la propuesta más sencilla, prueba de la modestia de los anfitriones); Brasil, con unas hojas de banano cubiertas de limas, una rodaja romboidal de piña y media fruta de la pasión; y Vietnam, con unos peludos rambutanes y picajosos lichis coronados por la deliciosa carambola.
Posteriormente, y visto el éxito, se decidió añadir una nueva serie de países, de los que sólo he podido obtener las fotos de tres 'banderas', aunque el resto se intuyen bastante bien en la página oficial del festival http://www.cravesydneyfoodfestival.com.au/cmspage.php?intid=151&linkid=99 (ojo a las de Estados Unidos y Dinamarca!!!), que son las de Reino Unido, con una gran base de 'scones' -galleta de mantequilla escocesa- cubierta de nata montada y mermeladas varias; la de China, con pitahaya (o pitaya, pitajón, yaurero o warakko, que en todos los casos es lo mismo http://1.bp.blogspot.com/_0smy438e4OI/SK46GSHrQII/AAAAAAAAAI4/giq1fDmbaMQ/s400/Dragon+Fruit+(PITAYA)+-+5.jpg ) llamada también fruta del dragón, y la sempiterna carambola; y la de Indonesia, con un curry muy picante acompañado del aromático arroz del país.
Ojalá llegue pronto el día en que a los seres humanos nos unan de verdad otras muchas más cosas que simplemente la comida, y se haga realidad la utopía de que todos y cada uno puedan degustar a su voluntad estos y cualesquiera otros alimentos que le plazcan.
Este post va muy especialmente dedicado a Lady M, por esa increíble y enriquecedora aventura que es compartir con ella viajes y experiencias gastronómicas a través del globo terráqueo...