viernes, 11 de noviembre de 2011

11 del 11, a las 11: El Día de las poppies, de Nimrod y de Polonia












































































































































































































Hoy es un día tremendamente especial y emotivo, con independencia de aquellos que se forren gracias al sorteo promovido para este día por la ONCE o de quienes celebren aliviados que, a pesar de la enésima profecía, el mundo aún no ha desaparecido, aunque, tal vez debamos esperar todavía unas horas para asegurarlo...hasta que en todos los lugares del planeta dejen de ser las 11 horas del día 11 del mes 11 de 2011.



Digo que para mí éste es siempre un día muy especial, más allá de cábalas y predicciones numéricas. Soy de los muchos millones que conmemoran por todo el mundo que a las 11 de la mañana aquel ya lejano 11 de noviembre de 1918, Francia y Alemania hicieron pública la firma del armisticio que puso fial a la Primera Guerra Mundial y que llevaban negociando cuatro días de conversaciones secretas en un viejo vagón de tren estacionado en un bosque de Compiègne, en la Picardía francesa, con la participación del mariscal Foch y el general Weygand en representación del país vecino, aunque la verdadera firma había tenido lugar a las cinco de la mañana. El mismo vagón en el que, para vengar lo que él consideraba una afrenta, Hitler hizo firmar al mariscal Petain la capitulación de Francia el 22 de junio de 1940; la misma Compiègne en la que fuera capturada Juana de Arco o donde pisó María Antonieta por primera vez tierra francesa...

Por eso, desde 1919, a instancias del rey Jorge V, el Reino Unido y todos los países pertenecientes a la Commonwealth, conmemoran en este día el fin de las hostilidades con el Remembrance Day, una jornada en honor a los caídos, que refleja el profundo impacto social que supuso la Gran Guerra para el conjunto del Imperio Británico, cuyos territorios y colonias se implicaron tanto en la contienda que moralmente se ganaron el derecho a ser idependientes a costa de la sangre de sus ciudadanos. Esa es la razón por la que, desde finales de octubre, muchos británicos, canadienses y australianos lucen una flor roja de papel prendida en su vestimenta.



Una falsa amapola (poppy) de papel o plástico en recuerdo a los soldados caídos en el campo de batalla durante la Primera Guerra Mundial y las posteriores a ésta, que sirve también para recaudar fondos de ayuda a los veteranos del campo de batalla. De manera genérica se utiliza la amapola como símbolo por ser la flor que crecía en los campos de batalla de Bélgica y de Francia, teñidos con la sangre de miles de soldados. Así sucedió en Ypres (Flandes), lugar en el que se sucedieron tres terroríficas batallas y en donde, desde entonces, la explosión de amapolas es espectacular. Pero la fascinante causa de las amapolas como símbolo necesitaba una génesis ética y poética en la que fundamentar su continuidad, y la encontró en 'In Flanders Fields' (En los campos de Flandes), con el que John McCrae, comandante médico del primer contingente canadiense destinado a Bélgica, describió en 1915 el vacío y la tristeza generada por la desaparición en combate de un gran amigo, el teniente Alexis Helmer, caído el decimoséptimo día de la batalla del saliente de Ypres, y cuyo texto tanto nos estremece al leerlo, y aún más si cabe al escucharlo http://www.youtube.com/watch?v=P_x0M5y-EWo&feature=related :



In Flanders fields the poppies blow


Between the crosses, row on row,


That mark our place; and in the sky


The larks, still bravely singing, fly


Scarce heard amid the guns below.



We are the Dead. Short days ago


We lived, felt dawn, saw sunset glow,


Loved and were loved, and now we lie,


In Flanders fields.



Take up our quarrel with the foe:


To you from falling hands we throw


The torch; be yours to hold it high.


If ye break faith with us who die


We shall not sleep, though poppies grow


In Flanders fields.



La poesía, publicada en 1915 en la revista 'Punch', tuvo una repercusión tremenda, y eso que lo peor de la guerra estaba aún por llegar. En 1918, Moira Bell Michael, una maestra norteamericana de Georgia, escribió otro poema en respuesta al de McCrae, 'We Shall Keep The Faith' (Mantendremos la fe) en cuya última estrofa prometía llevar una amapola en recuerdo de los muertos:



Y ahora el rojo de la antorcha y de la amapola


Luciremos en honor a nuestros muertos


Sin temer que hayan muerto por nada


Hemos aprendido la lección que nos enseñaron


En los campos de Flandes



En 1919, la recién formada Real Legión Británica hizo suyo este símbolo, y dos años después la idea se popularizó entre su equivalente australiana. Las amapolas de papel o plástico que hoy lucen los ciudadanos ingleses de toda condición están hechas por veteranos (44 trabajan en una fábrica y 90 en sus hogares) y son vendidas por miembros de la Real Legión Británica sin un precio fijo sino que depende de la voluntad de los compradores. La recaudación anual roza los 40 millones de libras y, en total, se producen 36 millones de amapolas (unas 650.000 para lucir en la solapa), 105.000 coronas de laurel como la que la reina Isabel II deposita cada año en Londres al pie del Cenotafio en honor de los héroes caídos por el Reino Unido, y 750.000 pequeñas cruces conmemorativas como las miles que se clavan en torno a la abadía de Westminster recreando de manera espectacular los cementerios militares británicos en Flandes.




Sin embargo, aunque hoy, día 11, se guarden dos minutos de silencio en todo el Reino Unido, el día verdaderamente grande llegará este domingo, el Remembrance Sunday, que se celebra el domingo de noviembre más próximo al día 11. Londres se engalana para presenciar el desfile de las tropas de los tres ejércitos y de la fastuosa Guardia Real, acompañados de veteranos de todoas las guerras, incluso las que como la de Afganistán, continúan activas y produciendo el inevitable reguero de bajas... Si espectaculares son las paradas militares, más aún me parece el repertorio musical que las acompaña cada año, siempre el mismo, que incluye también distintos toques de corneta y música de gaitas antes de concluir con un estremecedor 'Dios salve a la Reina'... de todas las piezas interpretadas, mi favorita siempre es, por muchas razones, el 'Nimrod' (ninguna tan emotiva ni espectacularmente realizada en la BBC como la de hace dos años http://www.youtube.com/watch?v=O5sX99HODzg&feature=related ) de mi admiradísimo Sir Edward Elgar... y que me conmueve hasta extremos impsibles de describir por delante de las sensaciones casi idénticas que provoca en mí 'La muerte no es el final' cantado por militares españoles... Un repertorio que cada año se completa de manera oficiosa por dos melodías a las que tanto aprecio por razones personales, como son 'El trompeta voluntario' y la legendaria 'It's a long way to Tipperary' popularizada en la Primera Guerra Mundial por el carismático regimiento irlandés de los Connaugth Rangers al servicio de Su Majestad Británica...



La polémica anécdota de estos días en torno a las populares poppies ha tenido en parte, una causa española. Si bien es no sólo habitual sino muy apreciado que al inicio de cada competición deportiva se rinda honor a las amapolas y que todos los participantes y quienes integran el público luzcan sus correspondientes pins rojos en la solapa, el abrigo, la camiseta o el jersey, la UEFA anunció recientemente que prohibiría semejante tradición a los jugadores ingleses que tomaran parte en el amistoso de fútbol Inglaterra-España que mañana se juega en Wembley. Aducía el alto organismo futbolístico europeo que así cumplía con su política de no permitir signos políticos vinculados al fútbol, demostrando no sólo una preocupante falta de flexibilidad para adaptarse a las circunstancias sino también bastante miopía desde el punto de vista sociológico. Aclarado enturto tras haber reculado la UEFA de su absurda posición inicial, los jugadores ingleses y su seleccionador Fabio Capello podrán lucir, como en ocasiones anteriores, sus poppies con todo orgullo; esperemos que el técnico transalpino vea así compensada la decepción de no poder asistir a la boda de su hijo, tras haberse retrasado inesperadamente el partido un día sobre la fecha inicialmente acordada por los caprichos del calendario copero español...




Pero si hay otro país además del Reino Unido y su ex colonias que vive el 11 de noviembre de la manera más intensa y patriótica, es Polonia, que proclamó su independencia de las potencias vecinas que hasta entonces ocupaban su territorio el mismo día del armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Una fecha por tantas razones inolvidable, que aunque para muchos pueda acarrear el fin de nuestro mundo, para la heroica nación polaca y los millones de soldados que en 1918 se jugaban la vida en las trincheras supuso el verdadero renacer del suyo...