miércoles, 26 de marzo de 2014

La Semana de la Mantequilla o el gran atracón de blini para recibir a la Primavera rusa






Ahora que Rusia alza su atronadora voz como en tiempos pasados y pone firme a Europa a causa de la cuestión ucraniana, es tiempo de recordar que el ruso es un pueblo grande por sus tradiciones - fruto de la mezcla de influencias vikingas, eslavas, bálticas, tártaras, bizantinas, centroeuropeas y de las paganas tribus esteparias - , su amor al arte y la música, su apego a la tierra que les vio nacer y sus ganas de disfrutar, a veces con todo lujo de excesos, de los placeres que les ofrece la vida, tal y como refleja el maravilloso cuadro pintado en 1869 por el pintor romántico de origen moscovita Konstantin Egorovich Makovskiy: 'Maslenitsa en la Plaza Admiralteykaya de San Petersburgo' (Foto 1). En él se refleja la bulliciosa celebración de la Maslenitsa (Semana de la Mantequilla -"maslo" es mantequilla en ruso- o Semana del Blin), la única festividad de origen pagano que simboliza el fin del invierno (que allí es la repera) y el renacer del sol y que se celebra en Rusia -generalmente en el mes de marzo- tras ser asimilada por la todopoderosa iglesia ortodoxa en su calendario oficial como antecendente a la Cuaresma, a modo de nuestro Carnaval. Originariamente eran 14 días de ritos continuados que las autoridades religiosas consiguieron reducir a sólo una semana allá por el siglo XVII. La relación con la mantequilla entronca con ancestrales costumbres paganas según las cuales al Sol se le engatusaba con la untuosa mantequilla para lograr su favor a lo largo del año…

¿Por qué se conoce como la Semana del Blin? Porque los blini (plural de blin), las famosísismas tortitas rusas elaboradas con trigo sarraceno, huevo, leche y mantequilla (su receta es muy similar a la de crêpes y filloas) son redondas y amarillas como el Sol, cuyo renacimiento se celebra tras las penurias invernales. La Maslenitsa dura exactamente siete días consecutivos, finalizando el domingo previo a la víspera de la Cuaresma. Cada día de la semana tiene un nombre tradicional y un simbolismo propio. A partir del jueves, como pasa con nuestra Semana Santa, se consideran días festivos y la gente deja de trabajar. Debido a la tradición de la Cuaresma, en la Maslenitsa no está permitido comer carne, así que la gente opta por los lácteos y el pescado para sustituirla esos días. Debido a estas limitaciones, las dos semanas anteriores suponen un cambio en la dieta habitual: en la llamada ‘vseednaya’ u ‘omnívora’, se puede comer de todo a voluntad, meitras que en la ‘ryabaya’ o ‘pecosa’ se alternan banquetes y ayunos.

Por supuesto, durante estos siete días que dura la Maslenitsa, lo suyo es atiborrarse de blini regados con abundante vodka… Los blini dulces llevan mermelada, chocolate, fruta de temporada, miel, frutos secos y crema de leche, mientras que el resto se cubren de crema agria con caviar, salmón ahumado, queso, patatas, champiñones, cebolletas picadas... Se acompañan con una bebida realizada en base a miel, llamada medovuja, introducida a finales del siglo XIX e inspirada en la bebida tradicional más antigua y popular del país, el hidromiel de tiempos de los principados vikingos de Kiev que cayó en desuso por la preferencia del zar Pedro I el Grande por dos bebidas que pasaron a ser las más consumidas en Rusia: el vodka (que se extendió desde Moscú al resto del país) y el vino, cuya producción impulsó el propio zar.

La lista de jornadas en las que se desarrolla la Maslenitsa es la siguiente:

Lunes: ‘La recepción’

Las familias se reúnen en torno a una mesa repleta de blini, dulces o salados, de los cuales una porción se regala a la gente pobre. Se fabrica con paja el gran muñeco que representa al Invierno y se lo viste con ropas viejas de mujer, se monta en un trineo y se recorre con él las calles cantando, hasta situarlo junto a uno de las pendientes nevadas por las que suele deslizarse la gente con sus trineos.

Martes: ‘El Día de los Juegos’

La gente joven sale a buscar pareja, y muchos hacen de celestinos con sus amigos solteros. Muchas parejas rusas se conocen y comienzan a salir en esta fecha, incluso los más jóvenes, dado que, en los últimos tiempos, es costumbre que ese día los padres sean muy permisivos y dejen a los novios encerrarse en una habitación el tiempo que quieran.
También es tradicional que los mayores de edad participen en bailes de máscaras donde tienen lugar las conquistas amorosas.

Miércoles: ‘La Golosa’

El nombre responde a que ésa es la jornada en que se celebran las populares competiciones de “devoradores de blini”, donde no sólo importa la velocidad sino también el número de tortitas zampadas. También recibe un premio quien cocine el blin más grande del concurso.
Ese día es el de más repercusión social de la Maslenitsa, ya que se abandona la intimidad del hogar para participar en numerosas actividades al aire libre, entre las que no faltan las carreras de caballos, excursiones en trineos, reuniones junto a hogueras o la toma de la Fortaleza Helada, ancestral tradición que consiste en trepar por un castillo construido a bases de bloques de hielo y nieve y conquistarlo, tras dejar atrás al grupo de personas que lo defienden, incluso armadas con ramas de árbol. La ‘conquista’ finaliza cuando la frígida fortaleza se derrumba bajo el peso de su invasor, como reproduce en su maravilloso cuadro de 1891, titulado 'La toma de la Fortaleza Helada', el grandioso Vasili Súrikov (Foto 4).

Jueves: ‘El Desenfreno’

Primer día festivo de la llamada Gran Maslenitsa o periodo de cuatro días que dura hasta el Domingo del Perdón y en el que no se trabaja.
En una ceremonia de lo más concurrida y que tanto recuerda a nuestro murciano Entierro de la Sardina, los jóvenes queman al monigote de paja vestido con harapos que personifica el Invierno, al que también llaman Maslenitsa. La del espantajo en llamas es una de las imágenes más conocidas de toda la semana de fiestas.

Viernes: ‘La Cena de la Suegra’

Los rusos invitan a sus suegras para agasajarlas con una gran cena en sus casas. Suelen enviar una delegación formal por la mañana con la invitación, y cuanto más numerosa es la comitiva de invitados que acuden con la suegra, mayor muestra de cariño se considera por parte del anfitrión hacia su madre política y quienes la acompañan.

Sábado: ‘La Caravana de la Cuñada’ 

Las jóvenes casadas invitan a sus cuñadas, las hermanas de su marido a comer blini en casa, con el fin de halagarlas y ganarse su favor. En Rusia tradicionalmente se consideraba que existía cierta tirantez entre una recién casada y las hermanas de su esposo, y esta jornada era el momento propicio para conocerse mejor y limar las posibles asperezas. Si las cuñadas están solteras, es costumbre invitar a hombres casaderos para ver si del ágape surge una nueva pareja. Si están casadas, son invitadas con toda su familia, por extensa que resulte la comitiva.


Domingo: ‘El Domingo del Perdón’

Algo así como un día de acción de gracias, donde todo el mundo perdona a todo el mundo, para comenzar la Cuaresma libres de pecado, y se hacen regalos mutuamente entre familiares y amigos o (más recientemente) se envían cariñosos mensajes por el móvil. Los recién casados solían visitar con regalos a los invitados a su boda y a los ‘celestinos’ y ‘celestinas’ que habían propiciado su casamiento.
También se conocía coloquialmente como el ‘Día de la Despedida del Queso’, porque a partir del mismo ya no podrían consumirse productos lácteos durante toda la Cuaresma, al igual que sucedía con el pescado, el vino o el aceite de oliva durante la mayor parte de ese periodo.

Lunes: ‘El Lunes Limpio’

Comienzo de la Cuaresma, con la gente limpia de pecados y del consumo alimentos prohibidos a lo largo de este periodo.


En época de los zares no había Maslenitsa que no tuviera sus espectáculos con osos domesticados, tan populare entre los rusos, y que, sin que la gente fuera consciente de ello, enlaza con el origen mismo de estas fiestas, en honor al dios pagano Volos, una divinidad neolítica de los cultivos y rebaños que era representada tradicionalmente como un oso.

La tradición más llamativa de todas es la de los combates a puñetazos entre multitudes de parientes, familiares, amigos y vecinos (hoy se celebran en un ring de manera ordenada) como manera simbólica de sacarse todos los males del cuerpo acumulados durante el invierno y como previa al acto del perdón dominical. Una costumbre maravillosamente recreada por Nikita Mikhalkov en su soberbio filme 'El barbero de Siberia' y que, según las crónicas del siglo XVII, además de muchos dientes partidos, mandíbulas rotas y ojos hinchados, en ocasiones dejaba hasta 200 muertos sobre el terreno, dada la violencia de los golpes. En la época comunista, salvo por los ágapes gastronómicos dentro de las casas, la mayor parte de estas tradiciones, sobre todo aquellas que suponían reuniones tumultuosas o se celebraban en público, estuvieron prohibidas.

Actualmente, la Masletnisa se celebra con gran popularidad y asistencia de público en diferentes lugares del mundo en los que existe una importante comunidad de origen ruso, como sucede en Inglaterra o Australia, entre otros escenarios.

viernes, 21 de marzo de 2014

El efímero resplandor de Matoaka, aquella a la que llamamos Pocahontas...







Hoy hace 397 años que la viruela, esa gran aniquiladora de nativos de medio mundo que nunca habían estado en contacto con la enfermedad ni los patógenos que la provocan, nos arrebató con apenas 22 años de edad a Matoaka ("plumita blanca", en lengua algonquian), hija de Wahunsonacock, al que los ingleses llamaban errónemente con el nombre de su tribu, Powhatan, y una de sus mujeres,  Wahunsenacawh, que, precisamente por haber dado luz a una niña en lugar de un guerrero, perdió su condición de esposa del jefe y fue expulsada de su tribu, como marcaba las costumbre.  La hija mayor del jefe de la confederación algonquina, que sería bautizada con el bíblico nombre de Rebecca, la mujer de Isaac, era más conocida entre los europeos recién llegados por su apodo, Pocahontas ("traviesa"), aunque entre los suyos también recibía el nombre de Amonute.

Protagonista de una conocida historia de redención que bien podría ser una mala interpretación por parte de los ingleses de los ritos nativos, pero que, en definitiva, le salvó el pescuezo al intrépido aventurero John Smith cuando estaba a punto de ser ejecutado en el poblado de Werowocomoco... esta niña india ("princesa" para los colonos británicos recién desembarcados en Tsenacommacah, el lugar que luego se correspondería con la actual costa oriental de Virginia), fue tomada como rehén a los 17 años como 'agradecimiento' a las muchas veces que ella y otros niños de su poblado llevaron alimentos frescos a los recién llegados en señal de amistad y como muestra de hospitalidad. Fuentes sin confirmar aseguran que para entonces estaría casada con un poderoso guerrero de la tribu de los Patawomeck, Kocoum... que supuestamente habría sido asesinado por los ingleses tras su captura en 1613... y del que apenas nada más se sabe... La intención de los ingleses era intercambiarla por los rehenes ingleses de su padre, capturados por Wahunsonacock como medida disuasoria contra el conflicto armado cada vez más inevitable que se dibujaba en el horizonte, y que los ingleses habían ocupado las mejores tierras, que dedicaban al lucrativo cultivo del tabaco, privando a los Powhatan de sus fértiles campos y territorios de caza. Matoaka se adaptó bien a la vida con los blancos, seguramente gracias al misionero Alexander Withaker, quien le enseñó a hablar inglés, la convirtió al cristianismo y la bautizó con el nombre de Rebecca, en una ceremonia a la que su querido hermano Nantequaus se negó a asistir. Poco después, la joven comenzó a ejercer de traductora entre ambos bandos enfrentados.

Tal vez por eso, o por las grandes diferencias que mantenía con su padre, que la consideraba poco menos que una traidora a su raza y del que había perdido el favor, cuando un año después estalló la anticipada guerra entre nativos e ingleses, la joven tomó partido por sus hermanos de fe en lugar de por los de sangre.  El 5 de abril de 1614 contrajo en Jameston (el principal asentamiento de Virginia, así llamado en honor al nuevo rey inglés, Jacobo I) matrimonio por el rito católico  -no sabemos si de manera más o menos forzada- con John Rolfe, un viudo -su mujer e hijo habían fallecido a causa de las hambrunas que sacudieron la colonia- procedente de Norfolk quien, tras obtener ilegalmente simientes porcedentes de las plantaciones hispanas del Nuevo Mundo, tuvo mucho éxito cultivando tabaco en Virginia, que el llamaba Orinocco para darle un aire más exótico y español, lo que permitió a los ingleses reducir drásticamente su dependencia del tabaco hispano, hasta entonces el único disponible y que nuestro país vendía en régimen de monopolio, inclinando a su favor la balanza comercial con los británicos, que sentían una gran pasión por su consumo; no es ninguna exageración afirmar que el éxito de esas primeras cosechas de tabaco virginiano de Rolfe salvaron a la colonia de la desaparición, y, quién sabe, tal vez cambiaron el destino de la Humanidad, que bien podría haber sido muy distinto de haber fracasado las primeras posesiones inglesas en Norteamérica.

A nadie se le escapaba que el próspero y exitoso Rolfe bebía los vientos por la joven nativa de 19 años, seguramente un bellezón comparada con las escasas mujeres solteras de origen europeo disponibles en la colonia. El suyo fue el primer matrimonio interracial registrado de manera oficial en la historia de la Norteamérica anglosajona. El 30 de enero de 1615 nació el único hijo de John y Rebecca/Pocahontas Rolfe, Thomas, quien tras la prematura muerte de su madre (y siguiendo una costumbre muy occidental también puesta en práctica por los españoles mestizos hijos de conquistador y nativa, como era la de reclamar como propios los territorios de toda la tribu de sus progenitoras como si, en su condición de hijas de jefe o cacique, fueran las herederas de un reino europeo), exigió ante las autoridades inglesas sus 'derechos de propiedad' sobre las tierras de los Powhatan...

La boda aplacó los ánimos entre ambos bandos (de ahí las dudas de que no fuera una solución política tomada a toda prisa más que el desenlace de un apasionado romance) y se firmó una paz que duró varios años, lo que generó una prosperidad entre ambas comunidades pero, sobre todo, aceleró la colonización de Tsenacommacah por cantidades crecientes de súbditos de los reyes Jacobo I y Ana de Inglaterra, una vez despejada la amenaza indígena...

Como 'prueba viviente' de que la colonia era más segura y sus nativos paganos susceptibles de ser 'domesticados' (por 'civilizados'), y para atraer nuevos inversores a Jamestown, en 1616 la familia Rolfe viajó a Inglaterra, y en junio su barco atracó en el puerto de Plymouth, desde donde se desplazaron a Londres en varios carruajes, incluido el séquito de once nativos que los acompañaba, de los que Uttamatomakkin, un chamán llamado por los ingleses Tomocomo, por ser más fácil de pronunciar, sería el más importante o de mayor rango.

El 6 de enero de 1617, Lady Rebecca Rolfe y Tomocomo acudieron al Palacio Real de Whitehall (entonces el más grande de los de su clase en todo el mundo, gracias a sus 1.500 estancias, antes de su destrucción por un incendio en 1698) , presentando sus respetos a los soberanos de Inglaterra, Irlanda y Escocia. La joven Lady Rebecca fue recibida en la Corte con el mismo tratamiento que cualquier princesa extranjera, y fue sentada, junto a su acompañante, cerca de los soberanos, participando en la espectacular mascarada que ese día se representó en palacio: 'La visión del disfrute', escrita por Ben Johnson. Poco después, tal día como hoy, y a la edad de veintidós años, cuando la familia y amigos habían emprendido el regreso a casa a bordo del 'George', las fiebres provocadas por la viruela extinguían definitivamente la luz de quien estaba llamada a desempeñar una importante misión en favor de la colonización inglesa de Norteamérica. Su joven y vigoroso cuerpo apenas había soportado siete meses el tránsito de los grandes bosques y espacios abiertos de Tsenacommacah a la inmundicia, fétidos olores y trillones de agentes patógenos acumulados por aquel entonces en una capital tan hacinada de población e insalubre como aquel Londres anterior al gran incendio de 1666, tan purificador en su devastadora destrucción.

Los restos mortales de la malhadada Lady Rebecca fueron enterrados, en una localización desconocida, en el cementerio de la iglesia de Saint George's en Gravesend http://en.wikipedia.org/wiki/St_George's_Church,_Gravesend, la localidad de Kent donde expiró. Tras la muerte de Rebecca, John Rolfe y Tomocomo continuaron viaje (el chamán habló pestes de su experiencia en la corte con el rey Jacobo una vez que se reunió con los suyos, lo que generó aún más animadversión entre los Powhatan y los ingleses, que pronto acabaría en una nueva guerra). El pequeño Thomas Rolfe, de apenas dos años, quedó en Inglaterra, en casa del hermano de su padre, su tío Henry, que se encargó de dirigir su educación antes de que el joven regresara a Virginia en 1635 a la edad de 20 años. Por su parte, John Rolfe, tras su retorno a la colonia en 1617, contrajo nuevas nupcias en dos años después con Jane Pierce, hija del capitán William Pierce, y en 1620 nació la única hija del matrimonio, Elizabeth. John Rolfe murió en 1622 después de que su plantación fuera arrasada por un ataque de los nativos durante la tan anunciada como inevitable guerra entre ingleses e indios.

Una moderna escultura de bronce situada frente al edificio religioso de Gravesend recuerda la figura de la joven ataviada con una vestimenta propia de los nativos de la costa Nordeste de Estados Unidos a comienzos del siglo XVII, seguramente porque esa es la romántica imagen que popularmente se tiene de la popular Pocahontas, y no la que se corresponde con el único retrato que se le realizara en vida durante su breve estancia en tierras británicas (foto 1), del que conservamos un grabado realizado en 1616, seguramente nada más llegar de tierras americanas, por Simon van de Passe, afamado escultor y grabador holandés asentado en la capital inglesa, en el que aparece a sus 21 años, vestida a la moda femenina inglesa de la época, como se aprecia, nada sencilla y sí bastante historiada, abanico de plumas de avestruz incluido, y con un rostro serio y feuno, impropio de la romática leyenda que acompaña al personaje.

Rodea al retrato una mandorla que contiene una frase en latín, muy habitual en la época en las inscripciones asociadas a personajes ilustres: "MATOAKA ALS REBECCA FILIA POTENTISS: PRINC: POWHATANI IMP: VIRGINIÆ". Es decir: "Matoaka, alias Rebecca, hija del más poderoso príncipe del Imperio Powhatan de Virginia". A los pies del retrato, otra breve inscripción latina señala: "Ætatis suæ 21. Ao / 1616." ("Su edad, 21. Año 1616"). Debajo del todo, una inscripción en inglés de la época viene a decir lo mismo, con algún nuevo dato: “Matoaks, alias Rebecca, hija del más poderoso príncipe Powhatan emperador de Attanougaromouck alias Virginia convertida y bautizada en la fe cristiana y esposa del digno señor John Rolff".
Obsérvese que aquella a la que hoy conocemos universalmente como Pocahontas era, para sus contemporáneos, la princesa india Matoaka o Lady Rebecca Rolfe.

El grabado fue reproducido en años posteriores en un cuadro al óleo (foto 2) en el que se dulcificaron e idealizaron en exceso los rasgos de la dama -que ahora luce una apariencia sin duda hermosísima para la época- a tal extremo que más parecen reflejar a una inglesa de blanca piel y pelirroja que a la nativa de piel canela y negra cabellera que era Matoaka. Además, en la inscripción inferior hay un error que demuestra bien a las claras que la obra se realizó bastantes años después, seguramente bien entrado el siglo XVIII ya que en ella se afirma que fue esposa del digno señor “Thomas Rolff”… nombre, como es sabido, de su hijo y no de su marido.

Este cuadro, que al menos estuvo colgado hasta 1770 en Booton Hall, la casa solariega de los Rolfe, fue adquirido para la National Portrait Gallery de Washington D.C. por el coleccionista de arte Andrew Mellon. Una copia del mismo retrato, en el que Pocahontas aparece algo menos favorecida, fue encargado por Henry S. Wellcome, empresario americano afincado en Londres, para la Exposición Colombina Internacional celebrada en Chicago en 1893, tras la cual fue exhibida en el Capitolio, hasta su donación en 1899 al Senado de los Estados Unidos, en cuyas dependencias continúa hoy expuesta.

La creciente popularidad de estos cuadros de época  –a la que el filme de Disney dedicado al personaje tanto ha contribuido- ha llevado a que la artista plástica Debbie Ritter haya incluido en su catálogo de muñecas y muñecos artesanos dedicados a populares personajes históricos a la Pocahontas ataviada al estilo estuardo…(foto 3)
https://www.etsy.com/es/listing/151422233/pocahontas-muneca-retrato-historico?ref=shop_home_active_1&ga_search_query=pocahontas

La rama americana de la familia Rolfe continuó manteniendo durante generaciones muy vivos el legado y la leyenda de Matoaka, cuyo nombre fueron heredando cada una de las mujeres de la familia; una de las cuales, Matoaka Whittle Sims, descendiente directa de Pocahontas por parte de padre y madre (eran primos hermanos), muestra en su retrato fotográfico realizado en 1884 (foto 4) la altiva elegancia y los rasgos de una nativa del más alto status social… Que el de Pocahontas era un linaje distinguido llamado a protagonizar grandes acontecimientos históricos, queda atestiguado por el hecho de que entre los descendientes más conocidos de la princesa de los Powhatan figuren dos ex primeras damas de Estados Unidos, Edith White Bolling Galt, mujer del presidente Woodrow Wilson, y  la no menos famosa Nancy Reagan (nacida Anne Frances Robbins, y de nombre artístico Nancy Davis)...

martes, 18 de marzo de 2014

El 'asombroso' día en que trabajar en España pasó de labor vil a ocupación honesta y honrada...





Tal día como hoy de hace 231 años, Carlos III promulgaba una Real Cédula en la que se declaraban "honestos y honrados" los oficios, considerados hasta entonces como ocupaciones viles.

“Declaro que no sólo el oficio de curtidor, sino también los demás artes u oficios de herrero, sastre, zapatero, carpintero y otros a este modo, son honestos y honrados. Que el uso de ellos no envilece la familia ni la persona del que los ejerce, ni la inhabilita para obtener los oficios municipales de la república en que están avecindados los artesanos o menestrales que los ejerciten. Y que tampoco han de perjudicar las artes y oficios para el goze y prerrogativas de la hidalguía a los que los tuvieren legítimamente, conforme a lo declarado en mi ordenanza de reemplazos del Ejército de 3 de noviembre de 1770, aunque los ejercieren por sus mismas personas"... 

Esta revolucionaria proclama dirigida a sus súbditos por el monarca madrileño tenía por objeto poner fin de una vez por todas a la tan arraigada creencia española que databa de la Reconquista de que la limpieza de sangre de los cristianos 'viejos' no era sino expresión de su hidalguía o pertenencia a la nobleza menor, que consideraba un deshonor impropio de su rango social realizar cualquier tipo de trabajo, salvo los relacionados con las armas o las letras, ya que aquellos con una gota de sangre procedente de conversos judíos o musulmanes (muchos de ellos dedicados a las tareas tradicionalmente, y no sólo en España, asociados a los hebreos como las de sastres o zapateros, ¿recordáis 'El violinista en el tejado'?) carecían de las virtudes y pureza exigidas para ser parte de esta nobleza menor exenta de las obligaciones propias del trabajo manual diario.

El desprestigio social de realizar trabajos considerados 'manuales' impedía a los afectados desempeñar cargos públicos (reservados, pues, en exclusividad a los 'ociosos' o rentistas) y mucho menos contraer matrimonio con gentes de diferente estatus social, lo que acarreaba la desgracia y el desprecio más extremo para toda la familia...

En esa lista de trabajos, hasta entonces 'viles', además de los expresamente citados, también estaban incluidos algunos de los que estaban peor vistos por el común de los españoles, como eran el de verdugo (estigma que continuaría asociado al empleo hasta la supresión de la pena de muerte, tal y como nos contó magistralmente Berlanga en su filme homónimo) y el de cómico o actor, sometido siempre al rígido escrutinio y supervisión de la Iglesia Católica en defensa de la fe y las buenas costumbres, en una época en que la Inquisición todavía no podía tomarse a broma pese al impulso que supuso la Ilustración en España... o precisamente por eso...

Todo ello llevó a la paradoja de que muchos hidalgos prefiriesen pasar privaciones extremas y vivir en la pobreza antes que trabajar, lo que generó una importante bolsa sociolaboral de desocupados que amenazaba con el estancamiento económico de una España en plena expansión productiva y demográfica. En una época en que crecían en toda Europa, Asia y América las exportaciones de manufacturas españolas, sobre todo las textiles, y de productos de lujo (aunque haya a quien le cueste creerlo, los Louis Vuitton y Hermès de la época eran españoles, para gran cabreo de los ingleses, que veían relegadas sus manufacturas en los mercados (hasta por los nativos de las colonias) en detrimento de los españoles (entonces la 'marca España' era sinónimo de máxima calidad a nivel mundial) y de las francesas, a la par de las hispanas.

Ese fue el motivo de que en 1739, los comerciantes de la City de Londres, aterrados por la progresiva pérdida de sus clientes y de cuota de mercado, forzaran al gobierno de Su Graciosa Majestad a abandonar la exitosa 'Política de Apaciguamiento' promovida por el primer ministro Robert Walpole que tanta prosperidad y paz había traído durante décadas a Europa, y declarar la guerra a los imperios coloniales español y francés, SIN MOTIVO ALGUNO... Pero como estaba entonces muy mal visto lo de reconocer que se atacaba sin la más mínima legitimidad y a traición a países que nada te han hecho -salvo proteger su comercio y producir muchos mejores bienes y mercancías que los ingleses- por cuestiones meramente económicas (qué feo resulta siempre entre los potentados hablar de dinero y posesiones), los ingleses se inventaron un casus belli que rozaba lo patético, tanto como el nombre del conflicto en que desembocó: 'La Guerra de la oreja de Jenkins'...que después se camufló de conflicto político asociándolo a partir de 1744 con la Guerra de Sucesión Austriaca (o Guerra del Rey Jorge, para los ingleses), y que permitió a los comerciantes ingleses y a su gobierno salvar la cara a ojos de sus ciudadanos: de pérfidos y traidores atacantes sin mediar declaración de guerra de cualquier buque y posesión hispana o francesa, pasaban a declararse con todo tipo de prosopopeyas, a cual más falsa, los legítimos defensores frente a los 'ataques' (nada más que el elemental ejercicio del derecho a la legítima defensa) de sus enemigos...

Entonces, la Armada española, la tercera tras Inglaterra y Francia, sólo contaba con 31 navíos de línea (sólo uno de tres puentes y 114 cañones, dos navíos de 80, seis de 70 y doce de 64 cañones) adaptados a la escolta de convoyes más que a entablar combate en solitario, 9 fragatas de dos puentes armadas con menos de 50 cañones, y un número muy pequeño de fragatas de un solo puente. Por contra, la británica disponía de más de cien navíos de línea, quince de ellos armados con entre 90 y 100 cañones, dieciséis de 80, diecisiete de 70, quince de 64, once de 60, veintinueve de 48 a 54, unas cuarenta fragatas y numerosas unidades menores, siendo los calibres de sus cañones superiores a los embarcados en los navíos españoles de semejante porte.

Ni que decir tiene que unas desprevenidas España y Francia sucumbieron a la catarata de ataques por sorpresa británicos en odas las latitudes del orbe, sufriendo graves pérdidas territoriales, coloniales, comerciales y económicas debido a lo inesperado de un conflicto artificial provocado a mayor gloria de Inglaterra únicamente por la codicia de unos comerciantes afincados en Londres y de sus accionistas en bolsa, inquietos por lo bien que le iba a la competencia...

A pesar de todo, como se ha dicho, España pudo reponerse en parte y aún necesitaba muchos trabajadores  para sus factorías y talleres, por lo que no podía permitirse el lujo de perder una buena parte de su masa laboral, que era además de lo que entonces se llamaba buena cuna y gozaba una más que aceptable educación. Al inicio del reinado de Carlos III, la Armada había recuperado buena parte de su poder, contando entonces con 47 navíos de línea y 28 fragatas en estado de servicio que permitían una mayor y mejor protección del comercio marítimo español.

Estaba claro que una Real Cédula como la proclamada tal día como hoy no bastaba para poner fin a tantos siglos de injusto desprecio a los trabajos manuales que ponía de manifiesto la nutrida población española que vivía a ambas orillas del Atlántico. Hacía falta promover alguna medida eficaz que consiguiera ir poco a poco cambiando la mentalidad de quienes habitaban en el por entonces más extenso imperio que había sobre la tierra... Y para ello se recurrió a lo que hoy llamaríamos una campaña mediática institucional que contó para su desarrollo con una de las profesiones más vilipendiadas a ojos de los españoles: la de los cómicos y actores...

Se puso en marcha, de una manera en buena parte espontánea, una frenética actividad literaria y teatral gracias a las incontables obras para la escena que comenzaban a escribirse como churros y estaban protagonizadas por personas que vivían de esos oficios que ahora se dignificaban y ensalzaban desde el poder... 'El fabricante de paños', 'El vinatero de Madrid', 'Los menestrales', 'La industriosa madrileña'... todo ello encaminado a resaltar la honestidad de sus protagonistas, merced al talento de autores tan solventes y brillantes como Francisco Durán, Cándido María Trigueros o Luciano Comella.

Sin embargo, y aunque los propósitos que animaban esta dramaturgia eran de lo más loables, la inmensa mayoría del pueblo español, tal y como ocurre hoy con eso que se ha dado en llamar 'telebasura', entre las preferencias de su ocio y asueto prefería relegar estas sobrias piezas teatrales cargadas de valores ciudadanos y buenos propósitos en favor de esos dramones folletinescos protagonizados, como no podía ser menos, por hidalgos, potentados y aristócratas del más diverso pelaje... Como sucede hoy en día con las telenovelas y los culebrones, y antaño con los seriales radiofónicos. Y es que aún hoy sorprende la fascinación que para una buena parte de nuestros compatriotas genera el conocer la vida y milagros de aquellos famosos y figuras populares -ya sean de ficción o de carne y hueso- que pasan los días rodeados de un lujo y una opulencia no siempre bien merecidos... ¡AY, QUÉ POCO HEMOS CAMBIADO...!

P.D.: Tal vez sorprenda a propios y extraños que en una cédula real se hable de "República" para referirse al conjunto de las instituciones, personas y territorios sometidos a la Monarquía hispánica. No es más que la aplicación del concepto romano de la 'res pública' con la que se identifica lo que hoy llamaríamos, en terminología de la España de 2014, 'lo institucional', 'lo estatal' o 'lo público'...